Tomé esta foto en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera y la evidencia de porque llamó mi atención es pura obviedad. Jamás el sentido de la propiedad rozó el absurdo de manera tan notoria como en esta instantánea. Da igual que hace años tras este deteriorado jarreado se escondiese alguna puerta, lo verdaderamente importante es saber que esta superficie tiene dueño. Me gustaría escuchar las respuestas de los padres ante las preguntas directas y sin tapujos de sus hijos: ¿papá porqué este muro tiene un candado?, ¿mamá porqué se candan las tapias? Ya tienen que echarle imaginación los resignados para evitar mostrar a sus tiernos infantes hasta dónde puede llegar el límite de la estupidez humana. Tal vez los más creativos les dirán que se trata de una nueva moda que empezó poniendo candados en los puentes y tirando la llave al río como muestra del amor eterno entre las parejas y que ahora la moda ha trascendido a otros espacios. O tal vez se presente la propuesta como una intervención artística que es capaz de sembrar la duda, fotografiar su puesta en escena e incluso algunos se atrevan a escribir acerca de ella a modo de crítica artística: (léase el siguiente párrafo con una mano en la barbilla y torciendo levemente la cabeza como entendiendo de que va el asunto)“...obsérvese como el artista ha pretendido con la inclinación de la cadena mostrar la lucha de clases entre los ciudadanos representados por eslabones y donde el candado nos muestra el poder omnímodo que todo lo controla y que metafóricamente el artista ha querido mostrar magistralmente para referirse a un gobierno que es capaz de defender con seguridad los designios de su patria...” . A mí lo que me sale es que en esta vida lo primero es proteger, cerrar, candar, blindar…y que da igual lo que se proteja. Me cuentan que hubo un tiempo donde las casas permanecían con puertas y ventanas abiertas, donde cualquier vecino era un miembro más de la familia, donde los negociantes del miedo todavía no habían trazado su estrategia, donde lo más importante a proteger era la dignidad humana y esa no se protegía con un candado sino con la cotidianidad del vivir, la permanencia en el pensar y una inercia tácita para ayudar a los vecinos por el mero hecho de serlo. Hoy el miedo nos ha llevado a tal punto que somos capaces de candar hasta el futuro, por la inseguridad que nos muestra el presente y por la pérdida de memoria de nuestro pasado más humano y más reciente.
Toño Villalón
