CERRADO POR ATARDECER

Con este blog quiero compartir con vosotros estos relatos fruto de vivencias, experiencias, reflexiones, etc.etc. Por tanto la mayor pretensión es que os gusten y os animéis a dejar algún comentario o sugerencia para animar y motivar futuros escritos que ayuden al crecimiento personal y alejarnos en la medida de lo posible de fatalismos y mediocridades.



UN ABRAZO A
TOD@S

martes, 3 de julio de 2012

Síndrome de "Esto es el Colmo"

 

Quiero pensar que si a mí me pasa a vosotros también, lo cual me ayuda a sobrellevarlo aunque no siempre es fácil y supongo que el escribir sobre ello, de alguna manera, aliviará este extraño y doloroso sentimiento que ya está tan instalado en mi subconsciente. Me estoy refiriendo a esta peculiar situación de encabronamiento provocado por todo cuanto rodea a esta puñetera situación económica y social que emana de esta desafección hacia todo lo que rezuma política y economía. 

Por primera vez habrá una generación que empiece a conocer los derechos sociales no por el hecho de haberlos defendido, ganado y disfrutado, sino por haberlos ido perdiendo progresivamente en esta locura desenfrenada a la que algunos todavía tienen el valor y la desvergüenza de llamar política. Para mí hay un par de aspectos fundamentales que hace que los políticos tengan ciertas dosis de  sensibilidad y capacidad de trabajo al servicio de sus semejantes: el primero de ellos es la honorabilidad, es decir, personas íntegras e incorruptibles, con unos valores y un compromiso puesto al servicio de aquellos ciudadanos que depositan en ellos la confianza en legislar y resolver los asuntos de todos. Asuntos importantes que inciden en cómo vamos a vivir y cómo vamos a relacionarnos los unos y los otros. Este nunca fue un tema baladí como para tomárselo a la ligera y además sé que existen esta clase de personas a las cuales admiro y respeto por la responsabilidad de todos los asuntos que tienen entre manos y también soy consciente de que habitan en todos los colores y en todas las siglas del panorama político. Estoy hablando de actitudes personales basadas en el trabajo y la capacidad de sacrificio, no de los gustos en los idearios que defienden. La segunda cuestión –y no por ello menos importante- es que las personas que ejercen esta gran responsabilidad tengan cierta experiencia de vida. Me explico. ¿Quién va a entender mejor los problemas de la gente que aquellas personas que en su tránsito vital han tenido que lidiar con problemas en sus vidas y hayan puesto toda su energía y esfuerzo en resolverlos? Y con problemas me estoy refiriendo a los de verdad y no a tener que decidir si estudio en la facultad más elitista de España o en la de Estados Unidos, si opto por Dolce Gabbana o por Christian Dior o si decido para las vacaciones el “todo incluido” de una isla paradisíaca o el crucero exótico que me hará contemplar múltiples países desde la atalaya de una proa revestida de clasismo, soberbia y prepotencia.

¿Qué problemas han tenido que resolver aquellos y aquellas que han llegado a la política a través de una carrera brillante, ora ganada ora medrada, o con un apellido de los que abren puertas y ayudan a perpetuar la casposa mediocridad de numerosas generaciones?. Cada vez que veo la insultantemente rejuvenecida clase política pienso lo mismo: “…otro u otra que no tiene ni idea de lo que es pasar apuros para llegar a fin de mes, para pagar el abono transporte,  para calentar la casa en invierno, para pagar las medicinas  o surtir un carro de la compra hasta el día 30 de cada mes. Por ello cada vez que los veo hablar en mi nombre e incluirse dentro del grupo de los que lo pasan mal y también tienen que hacer esfuerzos y abrocharse el cinturón, me lleva a generar un malestar de estómago que no hay Almax suficiente en el mundo para calmar esta metástasis de mal humor y desesperanza que provocan con su presencia y con su discurso y un malestar de alma para el que no existen mantras, ni respiración diafragmática que conduzca a la estabilidad del karma ni al ajuste cósmico de los chakras.

Ojala si hay justicia o reencarnación la vida salde sus deudas y ponga a cada cual en su sitio. Por ello me he permitido dos cuestiones con este escrito: la primera de ellas es no utilizar la palabra de moda a la que tantos se han encargado de prostituir su significado y utilización a conveniencia. Y la segunda de ellas, es ponerle nombre al síndrome que provoca el habernos habituado a una determinada sucesión de acontecimientos que nos anulan, cercenan, constriñen y anestesian la capacidad de imaginar un mundo mejor para nuestra generación y para las que nos sustituyan y que ya están calentando por la banda.  Este es el síndrome que nos deja ese poso de rabia e ingratitud en las múltiples tertulias en las que siempre terminamos hablando de lo mismo, en las noticias e información manipulada que recibimos o en las pérdidas y retrocesos de derechos que acabamos padeciendo los que no nos acabamos de creer que estas cuestiones se resuelven con el voto, con la movilización ciudadana y con no ceder un ápice ante aquellas cuestiones por las que generaciones anteriores tuvieron que sudar sangre y lágrimas para que hoy podamos disfrutar lo que tenemos. Qué sabrán estas hornadas de pseudopolíticos de lo que es batirse el cobre hasta dar la vida por ganar derechos, cuando ellos, con su talla moral “S”, con su presbicia para ver los problemas ciudadanos o con su discurso aprendido en una clase de oratoria pública, hacen y deshacen utilizando el comodín del bien común y la política de austeridad y recortes. Por todo ello, jóvenes políticos y políticos de altura moral mínima, os recomiendo que os iluminéis con el título del libro del poeta chileno Pablo Neruda que a modo de memorias vio la luz con el nombre: “Confieso que he vivido”. No por la elegancia del epígrafe, sino por las vivencias y madurez que se intuyen y desprenden del mismo. Solo cuando converjan en vuestras vidas la honradez y la sabiduría que da la experiencia de vida, estaréis listos para intentar dar solución a los problemas de aquellos a los que llamáis ciudadanos y vecinos y a los cuales os enorgullecéis servir. Tal vez entonces y solo entonces os empecemos a creer y podáis recuperar la credibilidad y reputación que os habéis encargado de perder a pulso.

Toño Villalón