CERRADO POR ATARDECER

Con este blog quiero compartir con vosotros estos relatos fruto de vivencias, experiencias, reflexiones, etc.etc. Por tanto la mayor pretensión es que os gusten y os animéis a dejar algún comentario o sugerencia para animar y motivar futuros escritos que ayuden al crecimiento personal y alejarnos en la medida de lo posible de fatalismos y mediocridades.



UN ABRAZO A
TOD@S

martes, 4 de diciembre de 2012

LIBRO "CERRADO POR ATARDECER"






Muy buenas amig@s:
Ya está listo y publicado este libro de relatos (para la película habrá que esperar más tiempo). Ha sido un camino largo y un poco complicado pero por fin ya está a vuestra disposición. Se vende a través de Amazon o pidiéndolo a la editorial (PR ediciones). Es una recopilación de los relatos de este blog más alguno inédito. Si pensáis hacer un gran regalo, pues no regaléis este libro, pero si buscáis un complemento a un regalo y además queréis quedar bien...seguro que acertáis!!!! y si encima va dedicado por su autor...pues ya lo bordais!!!. Espero y deseo que este puñado de palabras y de ideas que os propongo, nos ayuden a alejarnos, en la medida de nuestras posibilidades, de estos inmerecidos e indeseados tiempos ásperos.
Un abrazo
Toño Villalón.

domingo, 2 de diciembre de 2012

LO MEJOR QUE PUDE




La carta recibida en el periódico sorprendió a todos los redactores que la iban leyendo, por su trasfondo y alta carga emocional. Sin duda, este escrito provocaba cualquier sentimiento menos el de la indiferencia. El director del rotativo dio vía libre a su publicación y este es el artículo transcrito literalmente que tanto sorprendió y emocionó a los lectores, tan poco habituados a este tipo noticias en medio de tanta desgracia y mediocridad:

                Me llamo Alejandro, tengo setenta y seis años, estoy solo en el mundo y mañana ingreso en el hospital para ser operado de una dolencia cardiaca con pronóstico poco esperanzador. Lo de estar solo es debido a que mis cercanos, amigos y familiares ya emprendieron el último viaje sin escalas hacia lo desconocido, o simplemente porque la distancia geográfica nos llevó por otros derroteros.
                Hoy puedo decir en voz alta, aunque con poca potencia, que he tenido una vida plena, rica y cercana a la moderada felicidad. He disfrutado más que los sufrimientos padecidos, he caminado tanto porque supe levantarme de los incontables tropiezos, he sonreído ante los caprichos del destino y me he sorprendido con las bondades de los extraños y entristecido, más de una vez, con las de los propios. El trabajo me dio un sentido; la constancia, un método; y la nómina, una posibilidad. Los viajes me mostraron los límites de la esperanza y las miradas de la gente me fueron corrigiendo, muy lentamente, la maldita y fratricida miopía social.
                He querido y abrazado porque solo así conseguí la recíproca. He creado en función de los dones otorgados y siempre he creído en la belleza como el mejor activo vital sin fecha de caducidad. He acertado menos de lo que he errado, pero afortunadamente acerté en lo importante y con el tiempo descubrí que fallé en lo secundario. Tuve la suerte a mi favor porque jamás dejé de trabajar y poseí la ilusión necesaria porque nunca dejé de soñar. Creo, como dijo el poeta, que he sido en el buen sentido de la palabra, bueno.
                Tengo miedo y desconozco si saldré de esta, pero lo que me parecía tremendamente injusto es emprender este último viaje con el pasaporte sin sellar y sin que nadie sepa dónde voy, lo que he vivido, lo que he luchado y lo que he querido. Ahora que ya lo sabes, me quedo más tranquilo y solo una última cosa me queda por decirte: te juro que lo hice, lo mejor que pude.
                                                                                                                            
Un abrazo y suerte
Alejandro


Toño Villalón


 

martes, 3 de julio de 2012

Síndrome de "Esto es el Colmo"

 

Quiero pensar que si a mí me pasa a vosotros también, lo cual me ayuda a sobrellevarlo aunque no siempre es fácil y supongo que el escribir sobre ello, de alguna manera, aliviará este extraño y doloroso sentimiento que ya está tan instalado en mi subconsciente. Me estoy refiriendo a esta peculiar situación de encabronamiento provocado por todo cuanto rodea a esta puñetera situación económica y social que emana de esta desafección hacia todo lo que rezuma política y economía. 

Por primera vez habrá una generación que empiece a conocer los derechos sociales no por el hecho de haberlos defendido, ganado y disfrutado, sino por haberlos ido perdiendo progresivamente en esta locura desenfrenada a la que algunos todavía tienen el valor y la desvergüenza de llamar política. Para mí hay un par de aspectos fundamentales que hace que los políticos tengan ciertas dosis de  sensibilidad y capacidad de trabajo al servicio de sus semejantes: el primero de ellos es la honorabilidad, es decir, personas íntegras e incorruptibles, con unos valores y un compromiso puesto al servicio de aquellos ciudadanos que depositan en ellos la confianza en legislar y resolver los asuntos de todos. Asuntos importantes que inciden en cómo vamos a vivir y cómo vamos a relacionarnos los unos y los otros. Este nunca fue un tema baladí como para tomárselo a la ligera y además sé que existen esta clase de personas a las cuales admiro y respeto por la responsabilidad de todos los asuntos que tienen entre manos y también soy consciente de que habitan en todos los colores y en todas las siglas del panorama político. Estoy hablando de actitudes personales basadas en el trabajo y la capacidad de sacrificio, no de los gustos en los idearios que defienden. La segunda cuestión –y no por ello menos importante- es que las personas que ejercen esta gran responsabilidad tengan cierta experiencia de vida. Me explico. ¿Quién va a entender mejor los problemas de la gente que aquellas personas que en su tránsito vital han tenido que lidiar con problemas en sus vidas y hayan puesto toda su energía y esfuerzo en resolverlos? Y con problemas me estoy refiriendo a los de verdad y no a tener que decidir si estudio en la facultad más elitista de España o en la de Estados Unidos, si opto por Dolce Gabbana o por Christian Dior o si decido para las vacaciones el “todo incluido” de una isla paradisíaca o el crucero exótico que me hará contemplar múltiples países desde la atalaya de una proa revestida de clasismo, soberbia y prepotencia.

¿Qué problemas han tenido que resolver aquellos y aquellas que han llegado a la política a través de una carrera brillante, ora ganada ora medrada, o con un apellido de los que abren puertas y ayudan a perpetuar la casposa mediocridad de numerosas generaciones?. Cada vez que veo la insultantemente rejuvenecida clase política pienso lo mismo: “…otro u otra que no tiene ni idea de lo que es pasar apuros para llegar a fin de mes, para pagar el abono transporte,  para calentar la casa en invierno, para pagar las medicinas  o surtir un carro de la compra hasta el día 30 de cada mes. Por ello cada vez que los veo hablar en mi nombre e incluirse dentro del grupo de los que lo pasan mal y también tienen que hacer esfuerzos y abrocharse el cinturón, me lleva a generar un malestar de estómago que no hay Almax suficiente en el mundo para calmar esta metástasis de mal humor y desesperanza que provocan con su presencia y con su discurso y un malestar de alma para el que no existen mantras, ni respiración diafragmática que conduzca a la estabilidad del karma ni al ajuste cósmico de los chakras.

Ojala si hay justicia o reencarnación la vida salde sus deudas y ponga a cada cual en su sitio. Por ello me he permitido dos cuestiones con este escrito: la primera de ellas es no utilizar la palabra de moda a la que tantos se han encargado de prostituir su significado y utilización a conveniencia. Y la segunda de ellas, es ponerle nombre al síndrome que provoca el habernos habituado a una determinada sucesión de acontecimientos que nos anulan, cercenan, constriñen y anestesian la capacidad de imaginar un mundo mejor para nuestra generación y para las que nos sustituyan y que ya están calentando por la banda.  Este es el síndrome que nos deja ese poso de rabia e ingratitud en las múltiples tertulias en las que siempre terminamos hablando de lo mismo, en las noticias e información manipulada que recibimos o en las pérdidas y retrocesos de derechos que acabamos padeciendo los que no nos acabamos de creer que estas cuestiones se resuelven con el voto, con la movilización ciudadana y con no ceder un ápice ante aquellas cuestiones por las que generaciones anteriores tuvieron que sudar sangre y lágrimas para que hoy podamos disfrutar lo que tenemos. Qué sabrán estas hornadas de pseudopolíticos de lo que es batirse el cobre hasta dar la vida por ganar derechos, cuando ellos, con su talla moral “S”, con su presbicia para ver los problemas ciudadanos o con su discurso aprendido en una clase de oratoria pública, hacen y deshacen utilizando el comodín del bien común y la política de austeridad y recortes. Por todo ello, jóvenes políticos y políticos de altura moral mínima, os recomiendo que os iluminéis con el título del libro del poeta chileno Pablo Neruda que a modo de memorias vio la luz con el nombre: “Confieso que he vivido”. No por la elegancia del epígrafe, sino por las vivencias y madurez que se intuyen y desprenden del mismo. Solo cuando converjan en vuestras vidas la honradez y la sabiduría que da la experiencia de vida, estaréis listos para intentar dar solución a los problemas de aquellos a los que llamáis ciudadanos y vecinos y a los cuales os enorgullecéis servir. Tal vez entonces y solo entonces os empecemos a creer y podáis recuperar la credibilidad y reputación que os habéis encargado de perder a pulso.

Toño Villalón

martes, 12 de junio de 2012

EL ARTE DE HACERSE

Los que me conocéis sabéis de mi afición por la cocina y la escritura y mi afán por mejorar en muchos de los aspectos de la vida y, por supuesto, también en estos a los cuales aludo. Sobre ello pensaba el otro día cuando estaba cocinando, donde me dio por empezar a establecer conexiones o coincidencias entre las artes culinarias, el arte de vivir y el arte de hacerse persona. Y empecé a descubrir más coincidencias de las que aparentemente podía esperar, motivo este por el cual, la cocina se convirtió en zona de experimentación gastronómica  y sala de notas de todo aquello cuanto se me iba ocurriendo. Bueno…es los que tienen los pensamientos, que no respetan tiempos ni espacios.
Una primera idea que me asaltó fue la de que, como si de una receta de cocina se tratase, el arte de hacerse persona requiere en primer lugar de una buena materia prima, la que nos viene de serie y la que nos imprimen en los primeros años de nuestras vidas, donde con mejor o peor fortuna empezamos a fraguarnos en ese proyecto de vida que algo espera de nosotros.  Lo siguiente sería disponer de un recetario que nos ayude a orientarnos durante la elaboración de nuestra propia identidad, pero abierto a la imaginación, la amplitud de miras y la creatividad de cada cual y que tendría la misión de darnos pistas para que  pudiéramos experimentar a través de añadir o cambiar diversos ingredientes. Estas recetas vitales serían los valores o las personas en las cuales nos gustaría reflejarnos y que podrían aportarnos los secretos de los que son poseedores los grandes maestros. Seres que experimentaron antes que nosotros y nos descubren cuales son las especias que ensalzan y aromatizan un plato, cual es el truco para que una salsa roce la excelencia o qué actitudes son buenas cultivar si queremos conseguir muchas estrellas sin acabar siendo seres estrellados. Un aspecto más de este singular tránsito vital-culinario pasaría por el tiempo de elaboración. Sabemos que un buen guiso requiere dedicarle el tiempo suficiente y donde intuimos que los “fuegos lentos” no hacen sino enriquecer y mimar aquello que tengamos entre manos. Lo mismo pasa con nuestras vidas, que deben ser vividas, elaboradas y construidas con las duraciones precisas, sin acelerar los procesos y dedicándole lo necesario en cada momento. Sabemos también que cada persona necesita “puntos de cocción”  o “fuegos” diferentes en función de las diversas situaciones que nos salen al paso o de las distintas maneras de ser que, afortunadamente, tenemos: unas veces necesitaremos “llama vigorosa”, otras tantas la armónica y envolvente suavidad de un “baño maría” y por qué no, también habrá momentos de “vuelta y vuelta”, pero la clave está  en saber cuál es el  “punto”  que exige nuestra vida como consecuencia de lo que el contexto o nosotros mismos nos pidamos en cada instante. El problema estriba si nos instalamos de manera permanente en la cocina precocinada, con aditivos desconocidos, inconsistentes y tóxicos; o si abusamos de los hipercalóricos y los convertimos en adictivos. Creo que ya vamos intuyendo cual es su traducción dentro de este peculiar ejercicio comparativo que os vengo presentando. Otra clave dentro del arte de hacerse pasa por cocinar para otros y hacerlo con cariño, con mimo, cuidando los detalles al máximo y siendo generosos, pues no estaremos haciendo otra cosa que exponiéndonos hacia lo que somos y hacia lo que podemos ofrecer cuando lo que nos mueve es la alegría y satisfacción que solo se puede recibir dando. También es muy importante la presentación del plato o de nuestra propia vida. A lo que somos o a lo que vamos tardando en serlo le dignifica el estilo, la elegancia y la belleza de todo cuanto seamos capaces de generar en nuestro interior y el reflejo que tendrá en nuestro exterior. Es una cuestión de bienestar que enriquece el ánimo, endulza la vida y aliña los ambientes en los que, irremediablemente, cada cual se tiene que sacar las castañas del fuego. La mejor moda la tuya, el mejor complemento el que embellece por dentro y el mejor alimento el que nutre al espíritu y da placer al cuerpo.
Por último, me viene a la mente una frase que casi todos hemos escuchado alguna vez cuando éramos niños, que para nuestros padres era poco más que un mantra y para nosotros, tiernos y vulnerables infantes, una amenaza casi segura. Dicha frase rezaba: “hay que comer de todo”. Traducido al ejercicio que vengo realizando desde esta difusa cocina y a modo de colofón, recomiendo probar muchos ingredientes, experimentar con distintos recipientes y con múltiples técnicas, nutrirse de muchas y variadas experiencias y conocer cómo se cocina o vive en otras latitudes. Al fin y al cabo qué es la vida sino una receta que tenemos que elaborar con los ingredientes que tenemos a nuestro alcance. En nuestras manos, y solo en nuestras manos está el saber qué plato queremos cocinar y a quién queremos hacer felices con él. A eso es a lo que yo llamo aderezar lo cotidiano para llegar a ser un gran Chef de las emociones en este peculiar trance del vivir.


A mis amig@s “cocinillas”
Toño Villalón

lunes, 2 de abril de 2012

DON DE LENGUAS

Existe un lenguaje cuyo conocimiento no se adquiere estudiando sino practicando, donde no existen títulos ni reconocimientos académicos, donde hay pocos profesores y muchos alumnos, donde cada cuerpo se expresa y reacciona de manera distinta sobre el resultado de la oratoria, donde la inteligencia, la cultura, la experiencia y el autoconocimiento es un aliado perfecto para la mejora de este idioma que no puede ni debe ser traducido; simplemente si tienes el don lo disfrutas, ora aportando ora recibiendo, pero siempre obteniendo felicidad por ello. Tampoco se vende por fascículos, ni existen reputados centros de enseñanza que te formalicen una matrícula y además a través de él te puedes entender en casi todos los lugares del mundo.  Me estoy refiriendo al sentido del humor.
                La sonrisa o carcajada, dependiendo de la intensidad de la tontería, es la garantía que certifica  que este código lingüístico está siendo utilizado y sus beneficios a estas alturas son por todos conocidos. Pero iré más allá de las puras consecuencias fisiológicas de su praxis. Lo que suele rodear a sus practicantes son los tiempos distendidos, los ambientes favorables o el intento de buscarlos a toda costa, las personas afines, huir de los malos rollos, practicar la rapidez, la locuacidad, la ironía, el ingenio, lo absurdo, lo surrealista, la hipérbole y sobre todo la socialización en un contexto armónico que huya del tedio, la rigidez dogmática que encorseta y del aburrimiento que muchas veces lleva implícito el vivir. Pienso que uno de los mejores catalizadores para avanzar y perfeccionar esta disciplina es saberse reír de uno mismo y carecer de miedo al ridículo y al tan temido “que van a decir, que van a pensar”. Las personas poseedoras y afortunadas por este talento se reconocen en menos de cinco minutos y cuando se encuentran saben que tienen mucho terreno ganado porque al menos ya hay unanimidad en algo importante  -la comunicación- y eso siempre es bueno y además, une. Aunque conviene matizar que practicantes son todos aquellos que o bien sueltan la gracia o tontería como aquel o aquella que la ríe. Quiero decir, que hay mucha gente que no teniendo el don de aportar su ingenio lo tiene para recibirlo y esta es la reciprocidad necesaria para que una lengua permanezca viva y para que todos nos sintamos partícipes y contribuyamos a perpetuarla y enriquecerla en la medida de nuestras posibilidades.
Regalar humor es dar felicidad, color, chispa, brillo, alegría, contagio, es gratis y gratificante, es sano y sanador, un potente cicatrizante de tristezas, una inversión para el alma, una vacuna contra lo protervo y lo mediocre, y es tan necesario como la mismísima inteligencia pues sobre él descansa gran parte de la verdadera sostenibilidad emocional.  Sé que el contexto y los tiempos que nos tocan vivir no animan mucho a partirse la caja, pero estoy hablando del único dialecto que nos provoca mejoría cuanto más lo practicamos  y si no, piensa en que van a cambiar las cosas privándote de una sonrisa. Estoy hablando de una forma de pensar e incluso de una manera de entender la vida y eso es algo connatural al ser humano independientemente de cómo y dónde sople el viento.
Pero como cualquier idioma que se hable, también se corre el riesgo de hablarlo mal, de hacer un chascarrillo inoportuno,  descontextualizado, ofensivo, desfasado, no coger la gracia a tiempo y encima pedir que te expliquen el chiste…en fin…”quod natura non dat, Salmántica non praéstat”.
 Gracias a todos aquellos que sois hablantes , que os esforzáis para pasar de curso, que arrancáis sonrisas o carcajadas o sabéis y agradecéis recibirlas, que brilláis con luz propia y que pensáis que esta propuesta es una de las mejores formas de rebeldía contra la desolación. No es de extrañar maestro Gila que te hayan dedicado un anuncio publicitario y tú, que fuiste genio y figura, te lo hacen de fiambre frente a la sepultura.  Pues eso….sentido del humor.

Toño Villalón

lunes, 12 de marzo de 2012

apasionA2

El otro día charlando con una compañera de trabajo sostuvimos una conversación que al cabo de unos días seguía resonando en mi conciencia. Ella defendía la idea de que era bueno que una persona cambiase de ambiente laboral cada diez años. Yo asentía mientras ella planteaba sus tesis sobre este asunto sabiendo las ventajas que estos cambios pueden tener sobre los hastiados curritos y curritas de este nuestro, inconsistente, mundo laboral al  tiempo que pensaba en como caería esta cuestión ante una persona en paro a la que irremediable y desgraciadamente lo mismo le da trabajar en las de cal que  en las de arena.  El porqué este tema seguía dándome vueltas era porque esta idea, desde mi punto de vista, adolecía de un defecto de fondo. Y me explico. El argumento de mi interlocutora era el cambio por el cambio intuyendo que este ayudaría al crecimiento personal, laboral, huir de la rutina, enfrentarse a nuevos retos, no apalancarse, etc. etc y desde ahí el planteamiento tiene al menos un pilar que lo sostiene. Pero me dio por acordarme de la mucha gente que no tomó esta filosofía laboral al pie de la letra de mi apreciada colega y ello me llevó a pensar y agradecer a  Alexander Fleming que inventase un potente salvavidas tras años y años de investigaciones, a Dalí por ser quien fue durante toda su existencia, y también a Vicente Ferrer por mantener el tipo y la coherencia infinitamente y por supuesto a  Serrat por toda una  carrera entregada a la música y , como no, a  Galeano por  todo el tiempo que lleva escribiéndonos las pistas vitales y, por supuesto,  al médico que me salvó la vida con siete años porque decidió entregar la suya  a la medicina…creo que vais viendo por donde voy ¿verdad?  Así pues estas ideas se fueron desvaneciendo de mi ideario para pasar a fijar las mías propias basadas en  una sola palabra: pasión. 
                Mi tesis es que una persona no debería cambiar nunca  aquello que hace para ganarse la vida si lo que realmente le mueve es la pasión, porque si verdaderamente este es el sentimiento que le habita seguro que hace muy bien lo que hace.  Con esto no digo yo, que no haya gente que lo que le interesa de su vida laboral es cobrar a fin de mes y no complicarse mucho la existencia, bien por una respetable opción personal y contractual o porque no le quede más remedio….pues claro que la hay, pero no es de ésta de quien quiero hablar. Quiero hablar de todos aquellos que le ponen ganas a lo que hacen y lo que dicen, a los que les mueve la coherencia y las ganas de mejorar el entorno en el que viven, a los que equilibran los rendimientos económicos con los sociales, a los que elevan los niveles de bienestar de sus semejantes, a los que son capaces de poner sus talentos al servicio del crecimiento vital de sus congéneres, a los que siguen y no desfallecen porque saben que el producto que ofrecen es una fusión perfecta entre pasión y calidad que da como resultado la excelencia. Y esta es una cualidad que o la tienes o no la tienes pero de ningún modo se puede fingir y además es fácilmente identificable. Ahí os doy algunas pistas: la persona apasionada con lo que hace brilla con luz propia, habla rápido, contagia energía, transmite sinceridad, cree firmemente en lo que hace y en lo que ofrece, es capaz de hacerte interesar y seducir por lo más inverosímil  y además  les afecta el cansancio en menor medida que al resto de  los mortales trabajadores.  Por todo ello es por lo que  me gusta en mi vida cruzarme con este tipo de personas, bien sea porque me estén vendiendo puerros o porque me estén  operando a corazón abierto.  Estos seres  son necesarios porque facilitan las cosas, enriquecen el ánimo y certifican la calidad en sus acciones. Así pues, gracias a todos aquellos que se mantienen fiel y firmemente en sus cualidades, a los que se perpetúan en sus saberes y a los que las ganas de mejorar en todos los aspectos de la vida  les acompañan de manera perenne e irrevocable por los días de los días. 
Toño Villalón

lunes, 30 de enero de 2012

DOS CUADROS Y UN ESCRITO




Hay días en los que a uno le pilla la introspección y encima lo agradece, sobre todo cuando se dan todas las circunstancias proclives para ello: estar de rodríguez,  acatarrado, frío intenso en el exterior, cuesta empinada de enero y tener pendientes ciertos asuntos a regalar.  Hacía tiempo que no dedicaba una tarde  a dibujar y ello me ha hecho revivir viejos tiempos de horas interminables frente a un caballete con la música de fondo, paz en el interior y una escultura que debía perder una dimensión en su tránsito a mi lienzo e intentar que no se notase demasiado. El ejercicio pictórico de hoy no por ser más naif es de menor importancia ya que los cuadros a regalar llevan sendos mensajes que dan que pensar. El primero de ellos reza así: "Los sueños no desaparecen si no los abandonas".  Digamos por el momento que el dibujo está diseñado para los niños y el mensaje para los adultos, vamos como las películas actuales de Walt Disney o las de la factoría Pixar en las que todos los públicos salen contentos y felices. Aunque desgraciadamente no todo es tan happy flowers  y no puedo por menos de acordarme hoy de más de cuatro mil personas que se van al paro de una tacada y se suman a  otras 5.273.600, porque una empresa de la noche a la mañana decide que no vuela mas amparándose en el comodín de la puta crisis.  Ojala todos aquellos que aún tienen sueños no cejen en su empeño de perseguirlos y devolverle a esta sinrazón  asentada en la economía, la prima de riesgo, la estabilidad del euro y la confianza en los mercados un poquito de cordura y demostrar que detrás de cada número y estadística subyace una gran parte de la población ávida de verdad y de justicia  para poner a cada uno en su sitio y empezar a construir estas ruinas sobre nuevos y sólidos pilares donde la ética sea la argamasa que lo sostenga todo. A la mediocridad se la combate con autenticidad, a la avaricia con generosidad y a los que consiguieron los pocos derechos que nos van quedando les debemos respeto y memoria. Supongo que no es casualidad que a sociedad y  suciedad solo le separe una vocal y además sea la más cercana.
            Mientras avanza el dibujo decido aromatizar el tranquilo momento con un café pausado que me hace salir del estado de concentración necesario que el pulso requiere en ese instante. Cuando finiquito el primer cuadro pego un brinco hacia el segundo con un mensaje no menos elocuente: "Los que se quieren se miran, se tocan, se hablan, se miman, se besan, se abrazan, se cuidan, se entienden y son muy muy felices" y todo con una caligrafía infantil que me transportó a los cuadernillos rubio y me hizo aprender a desaprender si realmente quería conseguir el efecto imitación de los tiernos infantes que se adentran en el mundo de los adultos a través de la escritura. Y me dio por pensar en lo bien que nos iría a todos si de vez en cuando desaprendiéramos muchas cosas y en ese resetear la vida volviéramos a ella con inocencia, ternura y mucha imaginación. La música también juega un papel esencial en este ambiente que he conseguido crear y para ello decido seleccionar al gran Ruibal en su versión más sinfónica ­-Sueños- y a la gran Dulce Pontes cuyos armónicos estremecen y consiguen llenar de magia y de fuerza el instante en el que ella canta.
Una vez terminados los cuadros decido cenar y, acto seguido, me pongo con este escrito que marca el colofón a un sábado tranquilo, fructífero, acogedor y distinto. Del café paso al ron Santa Teresa y la música casi imperceptible de Herbert Von Karajan me va diciendo bien entrada la madrugada que este sábado ya no da más de sí. Espero que cuando me levante mañana siga viendo y pensando que esta jornada ha merecido la pena. Al fin y al cabo dos cuadros y un escrito no se paren todos los días ¿no?
Toño Villalón