CERRADO POR ATARDECER

Con este blog quiero compartir con vosotros estos relatos fruto de vivencias, experiencias, reflexiones, etc.etc. Por tanto la mayor pretensión es que os gusten y os animéis a dejar algún comentario o sugerencia para animar y motivar futuros escritos que ayuden al crecimiento personal y alejarnos en la medida de lo posible de fatalismos y mediocridades.



UN ABRAZO A
TOD@S

domingo, 30 de octubre de 2011

EL GUISO



La insistencia de los críos era proporcional a la ternura de la madre. Ésta les hizo permanecer a una prudente distancia de la cocina mientras preparaba la cena. Los niños tenían hambre a juzgar por las innumerables y repetitivas preguntas sobre cuando estaría cocinada la comida. La madre movía y movía insistentemente el puchero mientras un ligero humo se iba evaporando lentamente, lo que justificaba que el guiso tardara un poco más de lo normal. Los niños cantaron y esperaron pacientemente, pero la frase de la madre: “…esperad un poco, pronto estará listo”,  cada cierto tiempo resonaba como un bálsamo para calmar la famélica ansiedad de sus hijos. Siguieron esperando y esperando y tanto esperaron que acabaron durmiendo. En ese instante la madre los miró y lloró desconsolada pues su cruel y justificada estrategia dio el resultado perseguido. Sacó las piedras y las ramas de la vieja, ennegrecida y pequeña cacerola postrada sobre el fuego, miró hacia el cielo y pensó si mañana la vida será un poco más benigna  para los más pobres de Etiopía.

Toño Villalón
 este guiso está basado en hechos reales

miércoles, 19 de octubre de 2011

ÁLE CON DIOS HIJO



No deja de sorprenderme la diferencia tan sutilmente importante entre realizar cualquier actividad en una ciudad o en un pueblo.  Yo que he experimentado las dos circunscripciones geográficas reconozco que la segunda de ellas no deja de fascinarme. Una de estas cuestiones intrascendentes tiene que ver con el código del saludo y la otra con el código deportivo. Hagas lo que hagas en un pueblo existe un pacto tácito de saludo te encuentres con quién te encuentres e independientemente de que los saludados se conozcan o no.  De hecho recuerdo que una de las pistas que alertó a un vecino en un pueblo de la presencia de un extraño,  llevó finalmente a la detención del famoso ladrón de bancos apodado “el solitario”. Cuando la Guardia Civil preguntó al hombre cómo dedujo que se tratara de un extraño, éste simplemente exclamo: Porque no me saludó.  Respecto a la forma del saludo vale casi cualquier cosa. Reconozco que hay algunos que me gustan más que otros, de hecho los convencionales “buenos días”, “buenas tardes” los veo más bien sosos o simplones. El código rural del saludo sintetiza un: “…pero hombre…buenos días vecino, parece que hoy has madrugado más de lo normal. Bueno pues nada que tengas un buen día”, pero como esto es excesivamente largo, todo se resume con un escueto, conciso y bien entonao: ¡Bueno! Y parece que no, pero nos entendemos.  Aunque si os parece que este saludo aún sigue siendo largo, los paisanos de mi pueblo lo arreglan con un certero, alentador y cariñoso: ¡Ále! También hay otros que me rondan por la cabeza después de ser escuchados y que engrosan esa simbólica colección que harían los delirios de cualquier tesis en filología. De hecho mi campeón sigue siendo ese que dice: “…bueno….vamos a ver si…. Reconozco que la primera vez que lo escuché estuve tentado de responder: “pues ná, que haya suerte”.
                Cuando salgo a correr me siento un privilegiado, por respirar el aire que respiro, porque saludo a quién me encuentro al paso, porque asisto a unos atardeceres que enrojecen el cielo y me hacen estar en contacto con la tierra sembrada de maíz, remolacha, girasol y patata.  Porque veo en primera fila los ciclos agrícolas por los que pasa el campo y porque tener cuarenta y cinco minutos al día para trabajar el cuerpo y descansar la mente es un lujo al alcance solo del que lo ve necesario.  Al ser una de las dos o tres personas que hemos llegado a esta sana conclusión en mi pueblo,  llamamos mucho la atención y debe haber opiniones para todos los gustos. Los hay que miran con envidia, otros con incomprensión (estos generalmente tienen barriga), otros con complicidad, pero en lo que no falla nadie es en el saludo.  Reconozco que cuando paso corriendo por otro pueblo cercano al mío, hay una abuelita sentada  en un poyo que ostenta el saludo más cariñoso y entrañable posible hasta la fecha. Comienza a  lo campechano,  seguido con un toque religioso y termina con una familiaridad afectuosa que estremece, vamos con esa sabiduría que poseen las octogenarias rurales. Lo campechano se agradece porque para rigideces y encorsetamientos normativos ya está la vida en la que cada cual se bate el cobre. Lo religioso no me incomoda por valores y creencias; y lo familiar porque le hace a uno sentirse bien, cómodo, como en casa. En sí el saludo no es gran cosa, pero cuando paso por su lado sé que mi cansancio se verá reconfortado a modo de avituallamiento anímico. Es entonces cuando la abuelita levanta la mirada y me responde ese cariñoso: “Ále…vete con Dios, hijo”. Y yo me alejo con esa tranquilidad que te da ser bendecido a la par que saludado por una de estas personas que lleva en la cara la paz, la experiencia y la sabiduría que confiere tener una edad y haberla vivido en un entorno rural que te hace estar en consonancia con la tierra y donde el concepto vecinal alcanza su máximo exponente y sigue valiendo, casi más que cualquier otra cosa. Ojala lleguemos a esa edad teniendo esos valores y esa sabiduría, de lo contrario permitidme que dude si vale la pena.

Toño Villalón
* fotografía de los campos de mi pueblo