La carta recibida en el periódico
sorprendió a todos los redactores que la iban leyendo, por su trasfondo y alta
carga emocional. Sin duda, este escrito provocaba cualquier sentimiento menos
el de la indiferencia. El director del rotativo dio vía libre a su publicación
y este es el artículo transcrito literalmente que tanto sorprendió y emocionó a
los lectores, tan poco habituados a este tipo noticias en medio de tanta
desgracia y mediocridad:
Me llamo Alejandro, tengo setenta y seis
años, estoy solo en el mundo y mañana ingreso en el hospital para ser operado
de una dolencia cardiaca con pronóstico poco esperanzador. Lo de estar solo es
debido a que mis cercanos, amigos y familiares ya emprendieron el último viaje sin
escalas hacia lo desconocido, o simplemente porque la distancia geográfica nos
llevó por otros derroteros.
Hoy puedo decir en
voz alta, aunque con poca potencia, que he tenido una vida plena, rica y
cercana a la moderada felicidad. He disfrutado más que los sufrimientos
padecidos, he caminado tanto porque supe levantarme de los incontables tropiezos,
he sonreído ante los caprichos del destino y me he sorprendido con las bondades
de los extraños y entristecido, más de una vez, con las de los propios. El
trabajo me dio un sentido; la constancia, un método; y la nómina, una
posibilidad. Los viajes me mostraron los
límites de la esperanza y las miradas de la gente me fueron corrigiendo, muy
lentamente, la maldita y fratricida miopía social.
He querido y
abrazado porque solo así conseguí la recíproca. He creado en función de los
dones otorgados y siempre he creído en la belleza como el mejor activo vital
sin fecha de caducidad. He acertado menos de lo que he errado, pero
afortunadamente acerté en lo importante y con el tiempo descubrí que fallé en
lo secundario. Tuve la suerte a mi favor porque jamás dejé de trabajar y poseí
la ilusión necesaria porque nunca dejé de soñar. Creo, como dijo el poeta, que
he sido en el buen sentido de la palabra, bueno.
Tengo miedo y
desconozco si saldré de esta, pero lo que me parecía tremendamente injusto es
emprender este último viaje con el pasaporte sin sellar y sin que nadie sepa dónde
voy, lo que he vivido, lo que he luchado y lo que he querido. Ahora que ya lo
sabes, me quedo más tranquilo y solo una última cosa me queda por decirte: te
juro que lo hice, lo mejor que pude.
Un abrazo y suerte
Alejandro
Toño Villalón